Existen al menos cinco estilos de exposición que han empleado los grandes filósofos de la tradición occidental. El estudiante o el lector de la materia debería ser capaz de distinguirlos y de conocer las ventajas y desventajas de cada uno de ellos.
EL DIÁLOGO FILOSÓFICO
El primer estilo filosófico de exposición, en cuanto al tiempo ya que no en cuanto a la eficacia se refiere, es el que adoptó Platón en Diálogos. Se trata de un estilo familiar, incluso coloquial: varios hombres discuten un tema con Sócrates (o, en diálogos posteriores, con un interlocutor conocido como el Forastero Ateniense); en numerosas ocasiones, y tras algunos rodeos, Sócrates acomete una serie de preguntas y comentarios que ayudan a esclarecer el asunto. En manos de un maestro como Platón, este estilo es heurístico, es decir, permite que el lector descubra las cosas por sí mismo, e incluso le lleva a descubrirlas. Cuando se enriquece con el drama —algunos lo llamarían la alta comedia— del relato de Sócrates, adquiere una enorme fuerza.
Hemos dicho «un maestro como Platón», pero no hay nadie «como» Platón. Otros filósofos han intentado el diálogo —Cicerón y Berkeley, por ejemplo—, pero con poco éxito. Sus diálogos resultan planos, aburridos, casi ilegibles. Nos da la medida de la grandeza de Platón el hecho de que fuera capaz de escribir diálogos filosóficos que, en cuanto a ingenio, encanto y profundidad igualan a otros libros escritos por cualquiera sobre cualquier tema; y, sin embargo, podría ser señal de la escasa idoneidad de este estilo de filosofar el que nadie salvo Platón haya sido capaz de manejarlo eficazmente. Huelga decir que Platón sí lo consiguió.
EL TRATADO O ENSAYO FILOSÓFICO
Aristóteles fue el mejor discípulo de Platón y estudió bajo su dirección durante veinte años. Se cree que también escribió diálogos, pero no se ha conservado ninguno entero. Lo que se conserva son ensayos o tratados especialmente difíciles sobre diversos temas. No cabe duda de que Aristóteles era un pensador claro, pero la dificultad que presentan las obras que han sobrevivido ha llevado a pensar a los investigadores que en principio eran notas para conferencias o libros, del propio filósofo o de un discípulo que fue escribiendo lo que le oía decir al maestro. Quizá nunca lleguemos a conocer la verdad sobre este punto, pero, en cualquier caso, el tratado aristotélico representaba un estilo nuevo en filosofía.
Los temas que cubrió Aristóteles en sus tratados, y los diversos estilos que adoptó para presentar sus hallazgos, también contribuyeron a establecer las ramas y los enfoques de la filosofía en los siglos posteriores. En primer lugar, tenemos las denominadas obras populares, diálogos en su mayoría, de los que sólo fragmentos han llegado hasta nosotros. Después están las colecciones documentales. La más importante que conocemos está compuesta por 158 constituciones de los Estados griegos. Sólo se conserva una, la de Atenas, que fue recuperada de un papiro en 1890. Por último, los tratados principales, algunos de los cuales, como Física y Metafísica, o Ética, Política y Poética, son obras puramente filosóficas, teóricas o normativas, o algunas de ellas, como Sobre el alma, son mezclas de teoría filosófica e investigación científica, y otras, como los tratados de biología, fundamentalmente obras científicas en el terreno de la historia natural.
Aun cuando probablemente recibió más influencia de Platón en un sentido filosófico, Kant adoptó el estilo de exposición aristotélico. Sus tratados son obras de arte acabadas, a diferencia de las de Aristóteles a este respecto. En primer lugar enuncian el problema principal, examinan el tema de forma exhaustiva y objetiva y tocan los problemas especiales de paso o al final. Podría decirse que la claridad de ambos filósofos consiste en el orden que imponen a un tema. En sus obras apreciamos un principio, una parte intermedia y un final filosóficos. Además, y sobre todo en el caso de Aristóteles, nos ofrecen una relación de las opiniones y objeciones de otros, tanto filósofos como personas corrientes. Por ello, en cierto sentido el estilo del tratado se asemeja al del diálogo, pero el elemento dramático falta en el tratado kantiano y aristotélico: el punto de vista filosófico se desarrolla mediante una exposición directa, no mediante el conflicto de posturas y opiniones, como ocurre en las obras de Platón.
LA RÉPLICA A LAS OBJECIONES
El estilo filosófico desarrollado en el medievo, y perfeccionado por Tomás de Aquino en Suma teológica , presenta semejanzas con los dos que acabamos de exponer.
El estilo de Tomás de Aquino es una combinación de formulación de preguntas y respuestas a las objeciones. Suma teológica está dividida en partes, tratados, preguntas y artículos. Todos los artículos tienen la misma forma. Se plantea una pregunta; se le da la respuesta contraria (incorrecta); se aducen argumentos de apoyo a la respuesta incorrecta, que se refutan primero con un texto de autoridad (con frecuencia una cita de las Escrituras), y, por último, Tomás introduce su propia respuesta o solución con las palabras: «Yo respondo que…» Tras presentar su opinión sobre el asunto, replica a cada uno de los argumentos que respaldan la respuesta incorrecta.
La claridad y el orden de este estilo atraen a las personas de mente ordenada, pero no constituyen el rasgo más importante de la forma de filosofar tomista, sino más bien el reconocimiento explícito por parte del filósofo de los conflictos, la presentación de diversos puntos de vista y el intento de responder a todas las posibles objeciones a las soluciones que él da. La idea de que la verdad se desarrolla a partir de la oposición y el conflicto estaba muy extendida en el medievo. Los filósofos de la época de Tomás aceptaban como algo normal que tenían que estar dispuestos a defender sus opiniones en discusiones públicas y abiertas, a las que muchas veces asistían verdaderas multitudes de estudiantes, y, otras, personas interesadas. La civilización medieval era esencialmente oral, en parte porque los libros escaseaban. No se aceptaba como verdadera una proposición a menos que superase la prueba de la discusión abierta; el filósofo no era un pensador solitario, sino que se enfrentaba a sus oponentes en el mercado intelectual (como podría haber dicho Sócrates). Por ello, Suma teológica está imbuida del espíritu de debate y discusión.
LA SISTEMATIZACIÓN DE LA FILOSOFÍA
En el siglo XVII, dos destacados filósofos, Descartes y Spinoza, desarrollaron un cuarto estilo de exposición filosófica. Fascinados por el éxito que prometían las matemáticas en la organización del conocimiento humano de la naturaleza, trataron de organizar la filosofía misma de forma semejante a las matemáticas.
Descartes era un gran matemático y, aunque quizá se equivocase en algunos puntos, un filósofo formidable. Lo que intentó hacer consistió, esencialmente, en vestir la filosofía con ropajes matemáticos, dotarla de la certeza y la estructura formal que había dado Euclides a la geometría dos mil años antes. No fracasó por completo en la tarea, y su exigencia de claridad y transparencia en el pensamiento se justificaba en cierta medida en el caótico clima intelectual de su época. También escribió tratados filosóficos a la manera más o menos tradicional, entre los que destaca una serie de réplicas a las objeciones a sus opiniones.
Spinoza llevó esta idea incluso más lejos. Su Ética está escrita de forma estrictamente matemática, con proposiciones, pruebas, corolarios, lemas, escolios, etc. Sin embargo, el tema de la metafísica y la moral no se trata satisfactoriamente de este modo, más idóneo para la geometría y otros temas matemáticos que para los filosóficos. Una señal de esto es que al leer a Spinoza podemos saltarnos muchas cosas, exactamente igual que lo que ocurre con Newton. No se puede hacer otro tanto con Kant o Aristóteles, porque la línea de razonamiento es continua, ni tampoco con Platón, o no más que lo haríamos con un poema o una obra de teatro.
Probablemente no existan reglas absolutas de retórica. Sin embargo, es cuestionable que se pueda escribir una obra filosófica satisfactoria de forma matemática, como trató de hacer Spinoza, o una obra científica satisfactoria en forma de diálogo, como intentó hacer Galileo. El hecho es que, en cierta medida, ninguno de los dos logró comunicar lo que deseaba comunicar, y parece bastante probable que la forma que eligieron constituyera una razón fundamental para su fracaso.
EL ESTILO AFORÍSTICO
Hay otro estilo de exposición filosófica que merece ser mencionado, si bien quizá no tenga tanta importancia como los otros cuatro. Nos referimos al estilo aforístico que adoptaron Nietzsche en obras como Así hablaba Zaratustra y otros filósofos franceses modernos. La popularidad que alcanzó este estilo durante el siglo pasado quizá se deba al gran interés que despertaron en Occidente los libros de sabiduría orientales, escritos en estilo aforístico, y también podría deber algo al ejemplo de Pensamientos, de Pascal ; pero, naturalmente, este filósofo no tenía intención de dejar su gran obra en forma de enunciados breves y enigmáticos. Murió sin haber terminado de escribirla en forma de ensayo.
La gran ventaja del estilo aforístico en filosofía consiste en que es heurístico; el lector tiene la impresión de que se dice más de lo que se dice en realidad, porque él mismo lleva a cabo gran parte de la tarea de pensar, de establecer conexiones entre los enunciados y construir argumentos para afirmaciones propias. Sin embargo, esto constituye al mismo tiempo la gran desventaja del estilo, que realmente no es en absoluto expositivo. El autor es como un conductor que se da a la fuga tras una colisión: toca un tema, sugiere una verdad o una idea sobre él y a continuación pasa a otro tema sin defender adecuadamente lo que ha dicho. Así, aunque el estilo aforístico agrada a quienes tienen inclinaciones poéticas, resulta irritante para los filósofos serios que preferirían intentar seguir y criticar la línea de pensamiento de un autor.
Que nosotros sepamos, no existe otro estilo de exposición filosófica importante que se haya empleado en la tradición occidental. (Una obra como De la naturaleza de las cosas, de Lucrecio, no representa una excepción. Originariamente estaba en verso, pero respecto al estilo, no difiere de otros ensayos filosóficos, y, además, en la actualidad suele leerse en traducciones en prosa.) Esto significa que todos los grandes filósofos han empleado uno de los cinco estilos descritos; naturalmente, algunos filósofos han trabajado con más de uno. Probablemente, la forma más extendida es el tratado o ensayo, tanto en épocas pasadas como en la actualidad, que puede abarcar diversas posibilidades, desde obras sumamente formales y complicadas, como las de Kant, hasta ensayos o cartas populares. Los diálogos resultan muy difíciles de escribir, y el estilo geométrico es enormemente complicado, tanto en escritura como en lectura. El estilo aforístico es muy insatisfactorio desde un punto de vista filosófico, y el tomista no se ha empleado demasiado en épocas recientes.
Mortimer J. Adler y Charles van Doren; Cómo leer un libro; 1996.