Eso (It) – Stephen King (1986)

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Título original: It

País: Estados Unidos

 

Hace poco terminé de leer esta novela, así que pongo mi resumen y unos comentarios sobre esta obra, ahora que ha vuelto ser popular .

 

Enorme novela, no solo por su tamaño, sino por cómo está contada. Sin duda la mejor novela que haya leído de Stephen King, a quien le tenía poca fe; con esta novela se reivindica y merece estar dentro no solo de los clásicos del terror, sino de la literatura en general por esa representación de la niñez como etapa de inocencia pero también llena de miedos, tal vez simples, pero muy reales.

La vivencias de estos niños, rememoradas desde la distancia de la adultez, su tono nostálgico, sus momentos de tensión, su humor y elementos fantásticos, hacen de esta novela una de las más encantadoras que haya leído.

Un ente maligno causa una serie de eventos sangrientos en el pueblo de Derry pero un grupo de niños le harán frente y 27 años después, de adultos, volverán a enfrentarlo.

La historia comienza un día de lluvia de 1957 en que el niño Georgie Denbrough desaparece luego de escuchar que alguien lo llamaba desde las alcantarillas. Y cuando lo encuentran está muerto y sin un brazo. Este solo sería el primero de varios niños asesinados y desaparecidos que se daría en el pueblo de Derry entre 1957 y el verano de 1958.

Luego tenemos un salto hasta 1985 y están empezando de nuevo una serie de asesinatos, y alguien ha visto a un payaso en las cercanías.

Por esto Mike Hanlon, bibliotecario de Derry, llama a sus amigos de la niñez, diciéndoles que «ha empezado de nuevo» y que tienen que volver, como lo prometieron.

Cada personaje tiene una vida de adulto ya hecha en otras ciudades de EE.UU., incluso uno fuera del país, y reciben la noticia de diferente manera. El autor aprovecha para esbozar un poco de la vida adulta de los que fueron niños en 1958, y que 27 años después se volverían  a reunir en Derry para acabar de una vez por todas con «Eso».

 

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Luego de esta primera parte, volvemos a 1958, está empezando el verano en Derry, y se nos presentan a los personajes principales en su etapa de niños. Se comienza por el gordo Ben Hanscom, un niño que le gustaba estar mucho en la biblioteca, que no tiene amigos y es amenazado por Henry Bowers, el matón de 12 años que le gustaba fastidiar a los demás niños.

Huyendo de Henry y su pandilla (Victor y Belch) es que Ben llega corriendo a los Barrens, donde conoce a Bill Denbrough, un niño tartamudo (hermano mayor del fenecido Georgie), y a Eddie Kaspbrak, niño de salud frágil que usa mucho un inhalador para el asma.

Los Barrens es una zona boscosa por donde pasa un río, en los límites de Derry, donde van los niños a jugar fuera de la mirada de los adultos.

El gordo Ben se hace amigo de Bill y Eddie, luego conoce a Richie, un niño con lentes que le gusta imitar voces y hacerse el gracioso, y a Stanley Uris, un niño judío con afición por los pájaros. Juntos empiezan a construir un dique, hasta que son reprendidos por un policía que les advierte que siempre estén juntos porque se habían dado casos de niños desaparecidos o muertos.

 

Un día Eddie les cuenta a los demás sobre sus paseos solitarios cerca del ferrocarril y por la calle Neibolt Street, donde vió un vagabundo leproso que lo asustó mucho, luego los demás niños cuentan las cosas extrañas y terroríficas que han visto últimamente.

Richie acompaña a su casa a Bill y viendo su álbum de fotos, ven que una foto cobra vida, todo se pone en movimiento como una película con un payaso en ella, Bill mete la mano en la foto que entra a ese otro mundo, cuando Richie lo ayuda a sacarla pero le quedan cortes en la mano. Esto asusta mucho a los chicos. Bill decide ir a la casa de Neibolt Street a ver si el leproso sigue ahí, lleva la pistola de su padre. Ya en la casa entran al sótano junto a Richie y ven directamente al payaso Pennywise, aunque Richie vió al hombre lobo, logran huir a toda velocidad subidos en Silver (la bicicleta de Bill) aunque son perseguidos por un largo trecho y muy de cerca por el hombre lobo. Pero salen solo con rasguños. A pesar que Bill disparó contra Pennywise no le hizo daño, pero las voces de Richie si le afectaron.

Días después Richie invita al cine al gordo Ben y a su amiga Beverly, una chica muy bonita pero que era golpeada por su padre, de la que estaba enamorado Ben. Pero al salir del cine tienen un encuentro con Henry Bowers y su grupo, aunque logran escapar a los golpes.

Beverly se une también al grupo, y su amistad se afianza más cuando los niños le ayudan a limpiar su casa que estaba llena de una sangre salida del fregadero, una sangre que los adultos no pueden ver, pero los niños sí.

 

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Entre cada capítulo hay unos interludios en que Mike Hanlon adulto  nos cuenta algunos hechos históricos ocultos del pasado de Derry, de los que pocos quieren hablar y nadie quiere publicar, que ha investigado, hechos como los asesinatos y desapariciones de niños, el incendio del Blackspot, un bar hecho por soldados negros, la matanza de la banda de Bradley en que participaron muchos pobladores de Derry, el incidente de Claude Heroux, que era un sindicalista en huelga, hasta que asesinan a sus compañeros sindicalistas, él huye y solo vuelve para vengarse desatando una matanza a hachazos en un bar. En estos interludios nos revela el racismo de la gente del norte de Estados Unidos, la tendencia a ocultar hechos violentos ocurridos en Derry, y como que hay una fuerza oscura que provoca derramamientos de sangre cada tantos años y la aceptación de la gente de esto como algo normal.

 

En la tercera parte del libro volvemos a 1985, con los protagonistas ya adultos reuniéndose en un restaurante en Derry, se cuentan cosas de su vida actual, pero sobre todo recuerdan el pasado de cuando eran niños. Allí tienen la primera visión terrorífica,  como adultos, con las galletas de la fortuna. Deciden reencontrarse en la noche en la biblioteca y ocupar la tarde en caminar solos por Derry para recordar más hechos. En estos recorridos cada uno tiene visiones paranormales menos Bill y Mike.

Mientras tanto fuera de Derry, tres personajes extraños se dirigen a Derry por diferentes motivos, uno es el violento esposo de Beverly que planea darle una golpiza por abandonarlo, otra es la esposa de Bill preocupada de que este haya empezado a tartamudear, como cuando era niño, después de la llamada. Y el adulto Henry Bowers, que escapó del sanatorio mental, en que está recluido por haber cometido asesinatos, porque una voz de la Luna (Pennywise) le dijo que debe ir a Derry a vengarse de los niños perdedores.

 

La cuarta parte vamos de nuevo a 1958, aquí vemos cómo el niño Mike Hanlon se une al grupo. Era el niño que Henry Bowers más odiaba por ser negro y porque su papá odiaba al papá de Mike. Así un día en que Mike es perseguido por Henry y su pandilla llega a los Barrens donde están los demás chicos, y los niños del club de los perdedores se unen para defenderlo iniciándose la legendaria batalla a pedradas en que varios salen heridos y el grupo de Henry optan por la retirada.

Mike se hace amigos de los chicos del club de los perdedores y pasan cosas como el del álbum de fotos que vuelve a tomar vida, y ven imágenes que les hacen notar que Pennywise desde el siglo XVIII ya estaba en Derry. Después se les ocurre hacer un ritual nativo americano haciendo humo dentro de su casita secreta para tener visiones, y Richie y Mike las tienen trasladándose a varios millones de años en el pasado, viendo cómo «Eso» llega desde el espacio como un meteorito.

Después vemos como el farmacéutico le dice a Eddie que no tiene asma y le explica que son los placebos, saliendo de allí Eddie se encuentra con Henry Bowers y su pandilla que le rompen un brazo.

Beverly luego cuenta cómo fue la desaparición de Patrick Hockstetter, un chico raro y malvado (creía que era el único ser que existía en el universo y mataba perros, gatos e insectos), que andaba con Henry Bowers, como un día después de jugar con Henry, se queda solo y al abrir el refrigerador abandonado, donde tenía los cadáveres de los animales que mataba, salen unas sanguijuelas voladoras que lo desangran y lo hacen correr hacia los desagües de la ciudad donde «Eso» lo esperaba para devorarlo.

 

Los chicos del club de los perdedores tienen la idea de fabricar balas de plata pero terminan fabricando dos balines de plata para ser usados con el tirachinas (resortera). Cuando los tienen se dirigen a la casa de Neibolt Street a enfrentar a «Eso». Entran a la casa abandonada que se expande como por una ilusión y después de una pelea con «Eso» en forma de hombrelobo, Beverly logra darle con un balín, que lo hiere y huye. A pesar que los niños terminan con heridas logran salir vivos de la casa.

 

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Al comienzo de la quinta parte regresamos a 1985 a la biblioteca de Derry donde tiene lugar la reunión de los adultos, una vez que llega la noche todos se retiran a sus habitaciones de hotel, pero Mike se queda en la biblioteca y allí tiene un enfrentamiento con Henry Bowers adulto que trata de asesinarlo. Mike queda muy herido, Henry también pero igual va al hotel de Derry donde va a matar a Eddie, pero este solo termina con el brazo roto. Por otro lado Tom, el esposo de Beverly, se encuentra con la mujer de Bill Denbrough y la secuestra.

 

Volviendo otra vez a 1958 vemos como el padre de Beverly se entera que ella se junta con muchos de estos chicos y la golpea, pero cuando ella nota que su padre ha enloquecido, huye de la casa, su padre la persigue por la ciudad pero termina perdiéndola de vista. Y cuando ella creía que había pasado el peligro es atrapada por Henry Bowers y sus compinches. Ella logra escapar, se refugia con Ben en la casita de los Barrens, y luego salen al encuentro de los demás para advertirles que Henry está como loco y tiene una navaja. Así son perseguidos por Henry hasta que se meten a los drenajes de la ciudad y allí tienen la batalla final de 1958 contra «Eso».

 

Este ingreso a los drenajes de la ciudad se relata paralelamente al momento de 1985 en que ya adultos deciden entrar también a los drenajes para tener la batalla final con «Eso».

Así vemos que de la red de tuberías llegan a otro túneles mineros subterráneos y por último a donde hay una puerta con un extraño símbolo y un montón de esqueletos de niños y telarañas, detrás de esa puerta estaba «Eso» en forma de araña, aunque su verdadera forma no se llega a ver del todo. Cuando se da el rito de Chud, «Eso» lleva a Bill y en 1985 a Richie también a un viaje interdimensional donde verían la forma real de «Eso», que se sugiere como una algo incorpóreo, como fuegos fatuos. En el camino ven a la tortuga gigante que creó este mundo y que le da un consejo a Bill.

Para cuando vuelven a los túneles en 1958 y están en la oscuridad perdidos Beverly hace algo para lograr unirlos otra vez como grupo y hacer que nunca se olviden lo que vivieron en los túneles, y luego encuentran una salida.

Saliendo del túnel hacen un juramento de sangre para volver a reunirse si «Eso» volvía a aparecer.

Luego Mike contaría que después de ese episodio siguieron siendo amigos pero nunca más se volvieron a reunir los siete hasta que acabó ese verano de 1958, y luego otros incluso se irían de Derry.

En 1985 después de los sucesos, igual tratan de mantener contacto pero estos se van haciendo más esporádicos y terminan por volverse a olvidar de su etapa de niños, incluso Mike se da cuenta que los escritos donde dejó constancia de todo se iban borrando con el tiempo. Termina el libro de modo nostálgico, con Bill adulto pensando en el misterio de la infancia, el recuerdo y la mortalidad, casi recordando a sus viejos amigos de niñez con quienes la compartió tantos momentos.

 

 

 

Mención aparte merece el humor del libro, como pocas veces me he reído y encima en momentos tensos gracias a las ocurrencias de Richie. Pero también hay momentos en que te hacen recordar cómo era ser niño, como la imagen que tienen los niños de los adultos, y otros momentos para la reflexión como cuando el farmacéutico le explica a Eddie sobre los placebos, la sobreprotección de la madre de Eddie, la violencia del padre de Beverly y también las conversaciones que tienen los niños sobre lo rara que son las religiones, haciendo alusión al judaísmo y al catolicismo.

 

Como dato interesante es que Dick Halloran, el cocinero del hotel Overlook que ayuda a Danny en «El Resplandor», aparece en los recuerdos de juventud del padre de Mike, cuando era uno de sus compañeros de barraca en el ejército y hace uso de el resplandor durante el incendio del Blackspot para salvar gente.

 

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Algunas partes que resalté:

 

En su último año de universidad se atreve a escribir una novela porque no tiene idea de lo que está emprendiendo.
Los tíos como Henry y sus compinches eran accidentes que a cualquiera le tocaban, la versión infantil de los tornados, las inundaciones o el granizo.

Ya lo peor —y lo mejor— del viaje había quedado atrás. Una vez más, había mirado a la posibilidad muy real de su propia muerte; una vez más, se había encontrado capaz de desviar la mirada. El autobús no lo había aplastado; sanos y salvos estaban él y las tres ancianas, con sus bolsas de compras y sus cheques de la jubilación; tampoco se había estampado contra la parte trasera de la camioneta. Ahora iba otra vez colina arriba, perdiendo velocidad. Algo se perdía con ella —oh, bien podía llamarlo deseo, ¿no? Todos los recuerdos y los pensamientos estaban alcanzándolo—. Hola, Bill, vaya, casi te perdimos de vista por un rato, pero aquí estamos; reuniéndose con él, trepándole por la camisa para saltarle al oído, precipitándose al interior de su cerebro como chiquillos por un tobogán. Sintió que se acomodaban en sus sitios habituales, empujándose mutuamente con sus cuerpos febriles. ¡Vaya! ¡Qué bien! ¡Ya estamos otra vez en la cabeza de Bill! ¡Pensemos en George! Bueno, ¿quién empieza?
Piensas demasiado, Bill.
No, ése no era el problema. El problema era que imaginaba demasiado.

Te presento a Stan el Galán. Uris, Parva. Stan es judío. Él mató a Jesucristo. Al menos, eso es lo que Victor Criss me dijo un día. Desde entonces le hago la pelota. Imagínate: si es tan viejo, ha de tener edad para comprarnos unas latas de cerveza. ¿No es cierto, Stan?
—Creo que ése debe haber sido mi padre —aclaró Stan, en voz baja y agradable.

Cuando la mano de Beverly rozaba la suya, al tomar palomitas de maíz, él temblaba de exaltación. Más tarde pensaría que esas tres horas en la oscuridad, junto a Beverly, habían sido las más largas y las más cortas de su vida.

Richie había sentido que allí crecía una energía loca, exaltante. Había tomado cocaína nueve o diez veces, en los dos últimos años (casi siempre en las fiestas, porque uno no quiere tener cocaína en su casa cuando se es un gran disc-jockey) y la sensación se parecía un poco a eso, aunque no exactamente. Ésta era más pura, más honda. Creía reconocer la sensación de su niñez, cuando la sentía a diario y acababa por considerarla algo natural. Suponía que, si de niño había pensado alguna vez en esa profunda fuente de energía (aunque no recordaba haberlo hecho), debía haberla considerado, simplemente, un hecho de la vida, algo que siempre estaría allí, como el color de sus ojos o sus horribles dedos de los pies, en forma de martillo.
Pero no había resultado así. La energía que uno derrocha siendo niño, la energía que uno cree inagotable, se escapa entre los dieciocho y los veintidós años reemplazada por algo mucho menos brillante, tan falso como la exaltación de la cocaína: decisión, metas, cualquiera de los términos que propone la Cámara de Comercio. No era nada notable porque no aparecía de un momento al otro, con un estallido. Y eso es lo que daba miedo, pensó Richie. El hecho de que uno no deja súbitamente de ser niño, con un fuerte ruido de explosión, como si estallasen esos globos de payaso. El chico que llevábamos dentro se escurre poco a poco, tal como el aire de un neumático pinchado. Y un día, al mirarnos al espejo, nos encontramos con la imagen de un adulto. Uno podía seguir llevando vaqueros y asistiendo a los conciertos de rock; uno podía teñirse el pelo, pero la cara del espejo seguía siendo cara de adulto. Tal vez todo ocurría mientras dormíamos, como la visita de los ratones que se llevaban los dientes de leche.

Casi ociosamente, por la vía del pensamiento lateral, Eddie descubrió una de las grandes verdades de la infancia. Los verdaderos monstruos son los adultos, pensó.

Se sentía traicionado y por un momento estuvo a punto de arrojar el frasco de plástico a la alcantarilla. Mejor aún, podría arrojarlo por la boca de la cloaca. ¡Claro! ¿Por qué no? Que se lo quedara Eso, en sus túneles y sus cloacas chorreantes. ¡Ahí tienes un pla-ce-bo, monstruo de mil caras! Emitió una risa histérica y estuvo a punto de seguir el impulso, pero al cabo se impuso el hábito.

Ellos eran sus amigos y su madre se equivocaba: no eran malos amigos. Tal vez —pensó— no existen los buenos y los malos amigos; tal vez sólo hay amigos, gente que nos apoya cuando sufrimos y que nos ayuda a no sentirnos tan solos. Tal vez siempre vale la pena sentir miedo por ellos, y esperanzas, y vivir por ellos. Tal vez también valga la pena morir por ellos, si así debe ser. No hay buenos amigos, no hay malos amigos, Sólo hay personas con las que uno quiere estar, necesita estar; gente que ha construido su casa en nuestro corazón.

Ya fuera, Bill dijo:
—¿N-notaste, Ri-Richie, que los m-m-mayores no te venden na-na-nada aparte de g-g-golosinas y rev-vistas si no te p-p-preguntan pa-para qué es?
—Cierto —dijo Richie.
—¿P-p-por qué será?
—Porque nos consideran peligrosos.

—Eso te lo dio tu padre, ¿verdad? —observó Beverly.
—Sí —dijo Ben—, pero no lo recuerdo muy bien.
—¿Estás seguro de que quieres usarlo para esto?
Él la miró con una sonrisa.
—Sí —aseguró.
Y ella le devolvió la sonrisa. Para Ben fue suficiente. Si ella le hubiese sonreído dos veces, habría sido capaz de hacer balines de plata para matar a un pelotón de hombres-lobo.

Poder, poder, pensó Ben, mirando a Beverly. Ya no era incorrecto: sus ojos se habían encontrado otra vez con los de Bill y ambos se miraban como si estuviesen perdidos. Fue sólo por un instante, pero a Ben se le hizo muy largo. Todo se reduce siempre al poder. Yo amo a Beverly Marsh; por eso ella tiene poder sobre mí. Ella ama a Bill Denbrough, y entonces él tiene poder sobre ella. Pero creo… que él está empezando a amarla. Tal vez fue a causa de la cara de Bev cuando dijo que no podía remediar el ser chica. Tal vez fue por verle el pecho. Tal vez sólo por lo bonita que se ve cuando la luz le da de cierto lado, o por sus ojos, No importa. Pero si él comienza a amarla, Beverly tendrá poder sobre él. Superman tiene poder, excepto cuando hay kriptonita alrededor. Batman tiene poder, aunque no pueda volar ni ver a través de las paredes. Mi madre tiene poder sobre mí, y su jefe sobre ella. Todo el mundo tiene algo de poder… salvo, tal vez, los bebés y los niños. Después pensó que hasta los bebés y los niños tenían poder, porque podían llorar hasta que uno hiciera algo para acallarlos.

Pero en verdad es la fe lo que alimenta a los monstruos, ¿no? Me veo llevado irresistiblemente a esta conclusión: el alimento puede ser vida, pero la fuente del poder es la fe, no la comida. ¿Y quién más capaz de un acto de fe absoluta que un niño?

Y ahora, ahora que ya no creemos en los Reyes Magos ni en la cigüeña ni en Hansel y Gretel, ni en el duende bajo el puente, ahora está listo para recibirnos. Venid —dice—. Volved, terminad la labor que debíais hacer en Derry. ¡Traed vuestras bolitas y vuestros yo-yos! ¡Vamos a jugar! ¡Volved y veremos si recordáis la cosa más sencilla de todas: cómo es ser niños, seguros en la fe y, por lo tanto, temerosos de la oscuridad!

Mike había llegado a creer que la fe y el poder eran intercambiables. ¿Y si la verdad última era aún más simple? ¿Y si no había acto de fe posible hasta que uno se veía rudamente arrojado al aullante medio de las cosas, como un recién nacido que saliera disparado del vientre materno sin paracaídas? Una vez iniciada la caída, uno se veía obligado a creer en el paracaídas, en la existencia, ¿no? Y tirar de la argolla durante la caída se convertía en la declaración final sobre el tema, de un modo u otro.

Eso alarmó a Ben más que todo lo anterior. Como casi todos los chicos, comprendía instintivamente que los niños viven por debajo de la línea visual (y por lo tanto, por debajo de la línea mental) de casi todos los adultos. Si un adulto iba por la calle pensando en sus cosas de adultos sobre el trabajo, los compromisos y las cuentas del coche, nunca prestaba atención a los chicos que jugaban en la acera. Los gamberros como Henry podían lastimar bastante a los otros chicos, siempre que se mantuvieran por debajo de esa línea visual. A lo sumo, algún adulto podría decirles «Vamos, pórtate bien», y seguía caminando sin detenerse a comprobar si el gamberro se portaba bien o no. Así que el gamberro esperaba a que el adulto girara en la esquina… y volvía a lo suyo. Al parecer, los mayores pensaban que la vida de verdad sólo empezaba cuando uno llegaba al metro y medio de estatura.
Si Henry había perseguido a una anciana, eso era cruzar la línea visual. Y eso, como ninguna otra cosa, sugería que Henry estaba loco de verdad.

Había ocurrido algo nuevo.
Por primera vez en la eternidad, algo nuevo.
Antes del universo había sólo dos cosas. Una era Eso; la otra, la Tortuga. La Tortuga era una cosa vieja y estúpida que nunca salía de su caparazón. Eso pensaba que quizás había muerto, que estaba muerta desde hacía un billón de años, más o menos. Aunque así no fuera, seguía siendo una cosa vieja y estúpida; aunque la Tortuga hubiera vomitado el universo entero, eso no quitaba que fuera estúpida.
Eso había llegado hasta allí mucho después de que la Tortuga se retirara a su caparazón; allí, a la Tierra, donde había descubierto una profundidad de imaginación que era casi nueva, casi para tener en cuenta. Esa cualidad de imaginación hacía de la comida algo muy excitante. Sus dientes desgarraban carnes tensadas por terrores exóticos y voluptuosos miedos; soñaban con bestias nocturnas y cieno móvil; contra su voluntad, consideraban abismos infinitos.
Con esa sabrosa comida, Eso existía en un simple círculo de despertar para comer y dormir para soñar. Había creado un sitio a su imagen y semejanza y lo contemplaba con favor desde los fuegos fatuos que eran sus ojos. Derry era su corral de matanza; el pueblo de Derry, su ganado. Las cosas habían seguido.
Y entonces… esos niños.
Algo nuevo.
Por primera vez en la eternidad.

 

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En la puerta había una marca; acumulados al pie, un montón de huesos. Huesos pequeños. Huesos de sólo Dios sabía cuántos niños.
Habían llegado a la morada de Eso.
La marca de la puerta, entonces, ¿qué era?
Bill vio un bote de papel.
Stan, un pájaro que alzaba vuelo hacia lo alto: un fénix, quizá.
Michael, una cara encapuchada, la del loco Butch Bowers, tal vez, si se la descubriera.
Richie vio dos ojos tras un par de gafas.
Beverly, un puño cerrado.
Eddie lo tomó por la cara del leproso, todo ojos hundidos y boca arrugada. Todas las enfermedades, toda la enfermedad estaba estampada en sus rasgos.
Ben Hanscom vio un montón de vendajes desgarrados; hasta creyó oler especies viejas.
Más tarde, al llegar a la misma puerta, con los gritos de Belch aún resonándole en los oídos, sólo en el final, Henry Bowers vería en esa señal la luna, llena, madura… y negra.

Voló hacia aquello y vio que se trataba de una gigantesca Tortuga con el caparazón blindado de muchos colores deslumbrantes. Su antiquísima cabeza de reptil asomó lentamente y Bill creyó sentir una vaga sorpresa despectiva por parte de la cosa que lo había arrojado hasta allí. Los ojos de la Tortuga eran bondadosos. Bill se dijo que era lo más antiguo que uno pudiese imaginar, muchísimo más antigua que Eso, que aseguraba ser eterna.
—¿Qué eres tú?
—Soy la Tortuga, hijo. Yo hice el universo, pero no me culpes por eso, por favor; me dolía la barriga.
—¡Ayúdame, por favor! ¡Ayúdame!
—En estas cosas no tengo nada que ver.
—Mi hermano…
—Tiene su propio lugar en el macrocosmos, la energía es eterna, como ha de comprender hasta un niño como tú.

Quedar sin comunicación era quedar sin salvación; él lo sabía por la forma en que sus padres se habían comportado con él a partir de la muerte de George. Era la única lección aprendida de esa frialdad de nevera.

Inquietud y deseo. Había mucha diferencia entre el mundo y el deseo: la misma diferencia que entre el adulto, que calcula el riesgo, y el niño, que se sube y echa a andar. Toda la diferencia del mundo. Sin embargo, no era tanta. En realidad, ambas cosas no eran incompatibles. Como cuando uno se aproxima a la primera pendiente de la montaña rusa donde realmente empieza la emoción.

Es mejor creer que habrá finales felices en todas partes. Y bien puede ser así. ¿Quién puede decir que no existen los finales felices? No todos los barcos que se pierden en la oscuridad desaparecen para siempre; si algo enseña la vida, al fin de cuentas, es que, a fuerza de abundar los finales felices, es preciso poner en duda la racionalidad de quien no cree que Dios exista.

Te vas rápidamente cuando el sol empieza a descender, piensa en este sueño. Eso es lo que haces. Y si te permites un último pensamiento, tal vez piensas en fantasmas… en los fantasmas de unos niños formados en círculo, de pie en el agua al atardecer, cogidos de la mano, jóvenes las caras, sí, pero recias… tan recias que pueden dar vida a las personas en que se han de convertir, tan recias que comprenden, quizá, que aquellas personas en las cuales se han de convertir deben necesariamente dar vida a las personas que fueron. El círculo se cierra y la rueda gira, y a eso se reduce todo.
No hace falta mirar atrás para ver a esos niños; una parte de tu mente los verá siempre, vivirá con ellos para siempre, amará con ellos para siempre. No son, necesariamente, la mejor parte de ti, pero alguna vez fueron el depósito de todo lo que podías llegar a ser.
Os quiero, niños. Cuánto os quiero.

 

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Aquí otro resumen del libro, por capítulos, que hice:

Primera parte: LA SOMBRA, ANTES

I. DESPUÉS DE LA INUNDACIÓN (1957)
Aparece muerto el niño George, el hermano de Bill Denbrough, durante un día de lluvia.
II. DESPUÉS DEL FESTIVAL (1984)
Aparece un homosexual muerto debajo del puente, alguien vió un payaso.
III. SEIS LLAMADAS TELEFÓNICAS (1985)
Se presenta la vida adulta actual de la pandilla de los perdedores y cómo reaccionaron ante la llamada de Mike Hanlon recordándoles su promesa de regresar a Derry, su pueblo natal.
DERRY: EL PRIMER INTERLUDIO
Mike Hanlon recuerda hechos pasados ocurridos en la ciudad de Derry y a sus viejos amigos.

Segunda parte: JUNIO DE 1958

IV. BEN HANSCOM SUFRE UNA CAÍDA
Se narra la vida del niño Ben Hanscom en la escuela, como huye de Henry Bowers y otros dos matones que lo golpeaban y cómo conoce a Bill y a Eddie.
V. BILL DENBROUGH SALE PITANDO (I)
Se narra como los demás niños de la pandilla de los perdedores se conocen unos a otros en los Barrens y en el pueblo. Bill con su bicicleta Silver trae el inhalador para el asma de Eddie.
VI. UNO DE LOS DESAPARECIDOS: RELATO DEL VERANO DE 1958
Se narra cómo desapareció el niño Edward L. Corcoran, y como le echaron la culpa a su padre, pero que solo había matado a su otro hermano, pero no a Edward. Y de la visión de un ave monstruosa de parte del niño Mike Hanlon.
VII. EL DIQUE EN LOS BARRENS
Escenas de los niños jugando en los Barrens, como construyen un mejor dique bajo la dirección de Ben, conocen al niño Stanley Uris y Eddie cuenta sus paseos por el ferrocarril y su encuentro con un vagabundo en Neibolt Street.
VIII. LA HABITACIÓN DE GEORGIE Y LA CASA DE NEIBOLT STREET
El señor Nell reprende a los niños por construir el dique.
Los niños Bill y Richie observan la foto que cobra vida. Luego se meten al sótano de la casa abandonada de Neibolt Street y tienen su primera pelea con Pennywise de donde salen huyendo gracias a Silver.
IX. LA LIMPIEZA
Richie invita al gordo Ben y a Beverly al cine, allí tienen un encuentro con el matón Henry Bowers y su pandilla.
La casa de Beverly se llena de sangre que solo los niños pueden ver y ellos le ayudan a limpiar su casa.

DERRY: EL SEGUNDO INTERLUDIO
El padre de Mike Hanlon le cuenta cómo fue el pasado cuando era joven en el ejército, como fue el incendio del Black Spot en 1930 y otros detalles del pasado de la ciudad y el racismo que había contra los negros, como él.

Tercera parte: ADULTOS

X. LA REUNIÓN
La pandilla de los perdedores se reúnen en un restaurante en Derry y se cuentan sus vidas actuales de adultos, comentan sobre los nuevos asesinatos en Derry y al final del almuerzo aparecen las primeras amenazas en las galletas de la fortuna.
XI. PASEOS
Cada uno de los adultos va por su lado a recorrer la ciudad para reunirse en la noche, y ven visiones terroríficas, menos Bill.
Ben va a la biblioteca.
Eddie a un campo de béisbol.
Beverly a su antigua casa.
Richie al parque de la estatua de Paul Bunyan
Bill conversa con un niño y compra a su vieja bicicleta Silver de un anticuario. Luego se reúne en la casa de Mike Hanlon.
XII. TRES HUÉSPEDES SIN INVITACIÓN
Henry Bowers está en un hospital psiquiátrico para asesinos, oye voces que lo ayudan a escapar para que vaya a Derry.
El esposo de Beverly, Tom, golpea a su amiga Kay para que le diga dónde está Beverly, y viaja rumbo a Derry.
La esposa de Bill viaja de Inglaterra a Derry, preocupada por su esposo.

DERRY: EL TERCER INTERLUDIO
La masacre colectiva a tiros de la banda de los delincuentes de Bradley en plena calle.

Cuarta parte:JULIO de 1958

XIII. LA APOCALÍPTICA BATALLA A PEDRADAS
Henry Bowers persigue a Mike Hanlon hasta Los Barrens donde Mike se conoce con los demás niños y se pelean a pedradas con Henry Bowers y sus compinches.
XIV. EL ÁLBUM
Mike lleva un álbum de fotos viejas que toman vida, donde ven a Pennywise, siendo más antiguo de lo que creían.
XV. EL POZO DE HUMO
Hacen un humo dentro de la casita secreta donde Richie y Mike tendrán visiones del pasado de hace millones de año cuando «Eso» llega a la Tierra.
XVI. LA FRACTURA DE EDDIE
El farmacéutico le dice a Eddie sobre los placebos y Henry Bowers le rompe el brazo, mandándolo al hospital.
XVII. OTRO DE LOS DESAPARECIDOS: LA MUERTE DE PATRICK HOCKSTETTER
Beverly narra los últimos momentos de Patrick Hockstetter, compañero de Henry Bowers, y como muere.
XVIII. EL TIRACHINAS
«Los perdedores» van a la casa de Neibolt Street y logran herir a «Eso» con un tirachinas con un balín de plata que ellos mismos hacen.

DERRY: EL CUARTO INTERLUDIO
Mike investiga el incidente de Claude Heroux, un sindicalista que desató una venganza asesinando a hachazos a otros pobladores de Derry dentro de un bar.

Quinta parte: EL RITO DE CHUD

XIX. EN LAS VIGILIAS DE LA NOCHE
En 1985, el adulto Henry Bowers ataca a Mike adulto en la biblioteca, y luego va a matar a Eddie adulto en su hotel.
En 1958, el padre de Beverly la golpea y luego Henry Bowers la persigue.
XX. SE CIERRA EL CÍRCULO
En 1985, Tom Rogan secuestra a la esposa de Bill. Y los perdedores adultos deciden entrar de madrugada a los drenajes de Derry a enfrentar a «Eso».
XXI. DEBAJO DE LA CIUDAD
En 1958 los niños perdedores entran a los desagües huyendo de Henry y sus compinches. Igualmente en 1985 los adultos van por las tuberías buscando a «Eso» como cuando entraron en 1958.
XXII. EL RITO DE CHUD
En 1958 los niños se encuentran con «Eso» en forma de araña e inicia el rito de Chüd entre Bill y «Eso».
En 1985 Bill también inicia el rito Chüd con la araña Pennywise, pero se une Richie también al rito de Chüd, cuando ven que Bill estaba perdiendo.
XXIII. LA SALIDA
En 1958 los niños encuentran una salida gracias a Eddie.
En 1985 hay un terremoto que destruye medio Derry y abre la tierra dejando los túneles abiertos por donde escapan los adultos que ya creían que estaban perdidos en el subsuelo.

DERRY: EL ÚLTIMO INTERLUDIO
Los adultos vuelven a sus vidas normales, se van a sus ciudades. Ben invitó a Beverly a su casa en Nebraska.

EPÍLOGO: BILL DENBROUGH SALE PITANDO (II)
Bill se recupera en Derry, su esposa está en shock por estar en las tuberías y solo cuando Bill la sube encima de Silver y se dan una carrera, ella vuelve del sueño en que estaba.